El menisco externo de la rodilla izquierda de Acosta tiene en vilo al Racing. El argentino se retiró en el minuto 21 tras disputar un balón con un contrario. Quedó tendido en el terreno de juego. El gesto de su cara lo decía todo. Pidió el cambio y en el banquillo mandaron prepararse a Stuani. Mientras se retiraba, se echó mano a la parte de atrás del muslo. Todo hacía indicar que se había resentido de los problemas de isquiotibiliales que le han tenido entre algodones toda la semana. Mucho peor. Algo nuevo. La primera exploración de los servicios médicos en el vestuario descubrió algo con lo que nadie contaba. Su rodilla se había quedado trabada y no estaba bien. Hoy se someterá a una resonancia que confirmará o descartará la primera opinión de los galenos.
En cualquier caso, a Acosta las lesiones le persiguen. Desde que en 2008 ganara el oro en Pekín con Argentina, cuajando una actuación soberbia, que le supuso su pase al Sevilla, su calvario particular con los problemas físicos no ha hecho otra cosa que azotarle con virulencia. En el conjunto hispalense, en dos temporada,s no logró sumar 1.000 minutos. Lesiones musculares (gemelos, cuádriceps e isquiotibiales) y, sobre todo, en el tobillo le han amargado la existencia. Acosta llegó a afirmar en la capital andaluza que cada vez que oía la palabra tobillo se echaba a «temblar». El futbolista desapareció. Entrenaba sólo y no volvió a una convocatoria en muchos meses. Su tobillo le hizo perderse el año pasado entero. «No se me ha olvidado jugar al fútbol. Sólo pido poder jugar», declaró tras meses sin poder incorporarse a los entrenamientos con sus compañeros.
Lo han dosificado
Este año llegó a Santander buscando los minutos que no tuvo en Sevilla. Desde su llegada al Racing no han hecho otra cosa que dosificarle. «Hay que preparar sus músculos. Llevan mucho tiempo inactivos», afirmó Héctor Cúper en varias ocasiones. En Valencia jugó, marcó y quizás, la ansiedad por jugar le hizo apurar mucho. Estuvo toda la semana entrenando al margen. Contracturas y sobrecargas. Un mal menor, pero producto de forzar. Ante el Levante jugó, pero también con la calculadora. Cúper y los médicos frenaron el ímpetu del futbolista. En Madrid ante el Atlético también jugó, pero menos. El técnico, aunque sus molestias le obligaron, ya había decidido que ante el Real Madrid le tocaría descansar.
En definitiva, los responsables han hecho todo por dosificar al delantero, entre otras cosas porque sus prestaciones son absolutamente necesarias para el equipo. No hay otro igual que él. Las lesiones llegan sin avisar, al menos una rotura de menisco si, finalmente, se confirma. El jugador podría volver a reencontrarse con su peor pesadilla y al Racing podría nublársele la imaginación en ataque.