El escenario de la competición viene delimitado por las balizas, llamadas con propiedad en La Concha de 'dentro' las de la bahía, y 'de fuera' las exteriores. Como en los otros elementos de la regata su evolución ha sido continua. Las boyas de los primeros años fueron sustituidas en 1901 por bateles de pesca. En la década 1950, al desaparecer el batel, se utilizaron los botes de alquiler de la familia Isturiz, embarcaciones de popa plana y mucho menos estables. En 1970 la organización encargó la construcción de balsas insumergibles para las balizas de mar, y años más tarde para las de dentro cuatro bateles.
Como toda competición deportiva, el remo precisa de elementos personales y materiales que controlen la regata y establezcan los resultados oficiales de la misma. En los años treinta del pasado siglo surgen las federaciones de remo, que asumen el control. En una primera etapa el jurado y los cronometradores se instalaban en una gabarra junto a la línea de meta, pasando en 1944 a la barandilla de Alderdi Eder. Las fórmulas para dar la salida han ido variando. Entre 1879 y 1921 las advertencias a las tripulaciones y la señal de inicio de regata se marcaban con toques de cornetín. En 1922 se impuso el disparo de un cañón, sistema utilizado en las regatas a vela, alternando según los años con el disparo de escopeta y el trueno pirotécnico de aviso. Por influencia del banco móvil, en 1956 se adoptó definitivamente el aviso visual.
La medición de tiempos correspondía a un técnico del Real Club Náutico, el mismo que intervenía en las regatas a vela. En 1921 el Ayuntamiento profesionalizó esta misión de tanta responsabilidad encargándole a la relojería Ugalde y más tarde a la relojería Girod. En épocas sucesivas se ocupó el equipo de la Federación Guipuzcoana de Ciclismo y el Colegio de jueces de la Federación de Remo. Actualmente el servicio está contratado a una empresa externa que utiliza los más avanzados sistemas técnicos.
Una anécdota nos servirá para mostrar los avances experimentados en este capítulo. Sucedió el 10 de septiembre de 1943. La regata se desarrolló normalmente, con triunfo de Orio. Se dan los tiempos y Hondarribia reclama que están equivocados. Se reúne la comisión de regatas y ante la sorpresa de todos aparece que momentos antes de la llegada de Orio, Lino Solabarrieta, alcalde de esta villa y a la vez delegado de su trainera, gritó stop, lo que llevó al juez a detener el cronómetro por entender que la voz venía de su ayudante. Se rectificaron los tiempos y al alcalde, como sanción, se le rogó simplemente que el siguiente domingo no ejerciera de delegado.
Recordamos también la regata eliminatoria de 1983, en cuyo transcurso se desató una fortísima galerna que obligó a retirarse a varias tripulaciones. En 1951 el Ayuntamiento, a través de su CAT, encargó a Valentín Icaceta seis traineras exactamente iguales, de uso obligatorio en La Concha. Su peso era de 320 kilos. Se pretendía evitar la utilización de embarcaciones muy ligeras introducidas por Pedreña, e igualar a los clubes poderosos con los modestos. Las embarcaciones se fueron deteriorando y en 1960 se encargan otras dos, seis más en 1964 y otras dos en 1968. Lo que había sido una buena solución resultó al poco tiempo que el reparto beneficiaba a los que conseguían el bote más nuevo. En 1972 se liberó el uso de botes, siempre que se acomodaran a las medidas y peso legales.
