Llevamos varios días en el Racing más pendientes de los jueces y tribunales que de lo que pasa con la pelotita, y eso es lo peor que le puede pasar a un equipo que camina con paso firme hacia la hecatombe.
El primero en encender la mecha fue Sureda Cuenca, un árbitro malo de solemnidad que no sólo dejó K.O. con sus decisiones a los de Gay en su encuentro ante el Córdoba, sino que hipotecó el futuro inmediato del conjunto verdiblanco, que ha quedado en manos de las decisiones de los comités para no ir a Gijón en cuadro.
Si de por sí la situación deportiva ya es preocupante, en lo institucional esta mañana ha sido fiel reflejo del desastre absoluto que ha sido el club esta temporada.
De un lado, el manager general que pretendía devolver al Racing a Primera con un delirante discurso y que terminó fichando a jugadores de Segunda B, compareciendo como acusado en la primera vista de la célebre Operación Puerto. Del otro, el enésimo capítulo del culebrón Ali-Montalvo que parece ser más positivo para el segundo, pero que no aporta ni la más mínima seguridad de poder revertir el caos en el que se encuentra el club, dado eescaso interés real del anterior accionista mayoritario de hacerse cargo del Racing y las compañias con las que hoy se le ha podido ver antes de entrar en la sala. Visto lo visto, muy lejos queda es discurso de excelencia que nos vendieron Harry, Manolo Saiz y Unzué y que prometía celebrar el Centenario con el ascenso. Bastante tendremos con que el Viejo Racing consiga sobrevivir a las sanguijuelas que lo están desangrando sin compasión, y puede celebrar con un poco de dignidad su cumpleaños.