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Actuación en 'los conciertos de radio 3' (tve, 1998)
siempre pienso que me han engañado, que algo tan pequeño no puede afectar así al cerebro.
pero ahora siento una sensación intensa entre los oídos. y a partir de ahora todo es distinto. encerré al diablo en esta caja y me he dormido. cuando me despierto, la veo sentada sonriendo sobre mi cama. mira dulcemente, y me besa y me abraza.
pronto siento que algo me está robando el alma. con esfuerzo consigo separar sus labios de los míos. logro separarme escupiendo sangre. el roce de su piel quema mi carne. mira desde la cama inocente y asustada. la piel brillando casi con escamas y descubro un brillo endemoniado en su mirada, veo claramente en ella el rostro de mi hermana. vuelvo hacia la caja y siento un escalofrío al verla destapada. cuando vuelvo la mirada no está ella ya no hay nada, sólo hay una risa que me hiela el alma. algo muy difícil de explicar con palabras
¡Donde esté Micah que se quite Mika! Es un cut&pastista de todos los excesos camp del pop británica. La épica de la fase vodevilesca de los Queen, el rollo crooner pop de Robbie Williams, la actitud y los falsetes de Scissors Sisters. Todo ello arropado por un lamentable (y muy poco moderno)sentido del humor.
¿El Summercase? ¡Yo ya tengo la entrada! Pero con la de grupos interesantesque hay...
No se por qué me esperaba esa opinión tuya sobre Mika.
¿Micah o Micah o ninguno de estos?
elcapitanmosca sobrevolando el sardinero Mensajes: 2.816 Desde: 26/Jul/2003 ·
La Riviera Madrid PROHIBIDA LA ENTRADA A MENORES DE 18 AÑOS
Rufus Wainwright + Micah P. Hinson (Madrid, La Riviera) Rufus Wainwright, uno de los artistas con más talento y ambición de la actualidad, presenta ´Release The Stars´, uno de los discos más esperados del año. Le acompaña en el cartel Micah P. Hinson, una de las jóvenes revelaciones del rock de esta década.
¡Celebra con Heineken el Día de la Música!
Más información en www.diadelamusica.com Entrada General: 18,00 Euros (+ gastos servicio venta anticipada)
User 1152945 Sector Madrid Mensajes: 23.749 Desde: 25/May/2004 ·
Como casi siempre, nosomos lo ha descrito mejor que nadie.
A mi me jode que casi nadie se acuerde de Stephen Merritt para estos eventos.
¡Indiscutible! El espejo en el que se mira Manolo (de Astrud). Si ayer colgué el Elephant, igual hoy cuelgo el 69 Love Songs, otras de las pocas obras maestras de la última década.
Lo de Mika no es mio, es una copia de la crítica de Drowned in Sound, con la que estoy de acuerdo. ¡Está enlazada!
elcapitanmosca sobrevolando el sardinero Mensajes: 2.816 Desde: 26/Jul/2003 ·
[p]Informativos Telecinco.com - Cultura - Bob Dylan, Príncipe de ...
Es una auténtica vergüenza, ya lo comentamos en otro post. Creo que el genio se merecería un tema en exclusividad. ¡Nobel de Literatura ya!
Joder,estoy en la inopia,leo pero no asimilo,el calor me amuerma y el stress de la vida cibernética destruye mis neuronas,necesito hacerme análisis de sangre y orina,¿tendré bajo el hematocrito?
Voy a hablar con el médico de Iban Mayo que va sin cadena y limpio de polvo y paja,o si no mejor con el de Bob,Bob Dylan,claro,no va a ser Bob Esponja.
Tengo casi todo lo del maestro de la armónica,me faltan sus calzoncillos.Encima de la cama donde va el crucifijo colgué un poster suyo hace años y todas las noches le pido por todos nosotros y tambien por ellos,los otros.
nosomosnadie ¿Quieres ser mi amigo? Mensajes: 3.755 Desde: 30/Nov/2002 ·
Tengo casi todo lo del maestro de la armónica,me faltan sus calzoncillos.Encima de la cama donde va el crucifijo colgué un poster suyo hace años y todas las noches le pido por todos nosotros y tambien por ellos,los otros.
¡Pobre Bobby! Lleva desde el 63 huyendo de su inevitable destino mesianico, y por lo que se ve todavía no lo ha logrado. Por culpa de gente indeseable como tú, como yo, o como muchos otro (¿habéis oido hablar del Dylan Liberation Front?) dispuestos a arrancar el suelo que pisa para hacernos un relicario. Y mira que el hombre es estoico y no se queja, It's Alright, Ma (i'm Only Bleeding )
luigi_dt Editor de videos Mensajes: 2.821 Desde: 18/Feb/2005 ·
Le hago la señal al taxi al ver su lucecita verde y el cartel de Libre, y un segundo después compruebo que hay otra persona en el asiento contiguo al conductor: una joven rubia. Demasiado tarde para dejar que el vehículo siga adelante, pues se detiene. No es frecuente, pero ocurre: subir a un taxi a cuyo conductor acompaña, durante parte del trayecto, un pariente, novia, esposa o lo que sea. No es agradable, pero tampoco hay mucho que objetar. Rechazarlo sería descortés. Así que, resignado, abro la portezuela, doy los buenos días y me acomodo en el asiento posterior. «A Felipe IV, número 4», apunto. Luego abro el catálogo de una librería de viejo que acabo de recibir. «Azaña, Manuel. La invención del Quijote y otros ensayos. 20 €», empiezo a leer. El taxi arranca.
A los quince segundos comprendo que he cometido un error. Por los altavoces suena un bakalao estremecedor, pumba, pumba, que retumba en mi caja torácica. El taxista es joven, de la variedad macarra madrileña en versión posmoderna, tatuajes y actitudes incluidas, que conduce a base de frenazos bruscos y golpes de volante, saltándose carriles mientras me zarandea de un lado para otro. Por si fuera poco, está encabronado con su novia, que es la rubia que va en el asiento de al lado, delante de mí, con el pelo largo agitándose a un palmo de mi nariz a causa del viento que entra por la ventanilla abierta. «Te digo que no passsa nada», repite él una y otra vez, mientras la torda le pone morros y lo llama cabrón por lo bajini. «Y a esa tía –añade el taxista, sin especificar nombres– le voy a dar dos hostias por bocazas.» A tales alturas, el drama humano que se desarrolla a cuatro palmos de mis orejas impide que me concentre en el catálogo. «Conyers, Frank. Manual del tintorero y quitamanchas, 25 €», leo distraído. De pronto, el taxista hace otra maniobra brusca, frena, acelera, me doy contra el asiento de la rubia y pasamos por centímetros entre un autobús municipal y un mensaka en moto. «No tengo ninguna prisa», le digo con rintintín –o como se diga– al taxista, que ya me tiene algo acojonado. «¿Qué?», responde el fulano, mirándome por el retrovisor. «Dice que no corras tanto, ....», le aclara la pava, flemática. «¿De qué vas, tía?», inquiere hosco el fitipaldi, mirándome de nuevo por el retrovisor como si me atribuyera toda la responsabilidad de la crisis. Me sumerjo de nuevo en el catálogo, o lo intento. «Marañón, Gregorio. Raíz y decoro de España. 40 €.» Hay que joderse, me digo. Hay que joderse.
Quince frenazos, ocho golpes de volante y veintisiete zarandeos más tarde, con el bakalao haciendo pumba, pumba, un tímpano descolgado y el otro flojo, y mientras la discusión entre la rubia y su prójimo sube de tono –ahora mencionan a un tal Paco y a la madre de ella, que por lo visto se llama Encarni y vive en Leganés– una maniobra absolutamente infame de mi taxista favorito hace que el conductor de una furgoneta increpe áspero a mi primo el bielas. Desde mi privilegiado lugar de observación asisto, casi en primera línea de fuego, al intercambio verbal entre el taxista y el furgonetero, que tiene un aspecto inmigrante del tipo Machu Pichu de toda la vida. «¡Vete a cagar, panchito!», sugiere el castizo. «¡.....!», responde bravo y sin achantarse el otro, que ya domina con soltura –todo es ponerse a ello– la dialéctica nacional. El taxista hace amago de bajarse, pero la rubia lo contiene. Arrancamos de nuevo. Otro acelerón. «Mussolini, Benito. La revolución fascista. 35 €.» El catálogo se me cae al suelo. Al duodécimo frenazo tras el incidente de la furgoneta, bailan las letras y hace un calor que se muere la perra. Tiene huevos: empiezo a sentir náuseas, yo que presumo de no haberme mareado nunca y comerme, en la mar procelosa, temporales crudos y sin pelar. Mientras lucho por no largar la pota y arrimo la cara a la ventanilla abierta para que me dé el aire, el pelo de la rubia, agitado por el viento –seguimos circulando a toda leche mientras ellos discuten a grito pelado–, me roza las napias con muchas cosquillas. Estornudo como un descosido, hasta dislocarme el esternón. Y no llevo encima un maldito clínex. «¿Resfriado?», interroga la rubia, volviéndose solícita. «Alergia», respondo moqueando, a punto de echarme a llorar.
Frenazo. Fin de trayecto, gracias a Cristo. «Felipe IV, caballero.» Les arrojo el precio de la carrera y salgo del taxi de estampía, cual morlaco desde toriles, cayendo en los brazos acogedores de un conserje de la RAE. Y con chirrido de neumáticos –llevándose el catálogo, que con las prisas he olvidado en el asiento–, el taxista arranca y se pierde con su churri, haciendo pumba, pumba, tras el casón del Buen Retiro.
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