Ni los especiales condicionantes de un partido disputado entre semana, en jornada laboral y con los escolares de vacaciones de Semana Santa, ni -sobre todo- la delicada situación deportiva del Racing invitaban ayer a acercarse a los Campos de Sport. Si a eso se le suma que a los 21 segundos encajas el primer gol, el amor a los colores de los 9.385 valientes -según el club- que ayer se citaron en El Sardinero es para tener muy en cuenta. El blanquiazul de los asientos predominó, por goleada, sobre el verdiblanco de las camisetas que ofertaba el club en su tienda oficial y los escasos aficionados presentes se prepararon para el 'espectáculo' entre la indiferencia y, en algunos casos, el sueño utópico de verse una temporada más en la élite futbolística. Una vez visto el desarrollo del encuentro, el único sueño fue el de coger la cama. El Sardinero fue la imagen de la resignación y el enfado, y lo acabó pagando con los jugadores, al grito de «esta camiseta no la merecéis», y también en contra de algunos de los protagonistas de la tormenta institucional del club, como Francisco Pernía, Roberto Bedoya y Jacobo de Montalvo. Cuando Fernández Borbalán pitó el final, apenas había público en las gradas. Unos trescientos, sin embargo, no se fueron para su casa. Se concentraron frente a la puerta por donde salen habitualmente los futbolistas, para darles las gracias a unos -Mario y los canteranos- y para reprocharles su actitud a otros -Diop y Kennedy, principalmente-.
Antes de la 'masacre', las cosas estaban algo más calmadas. Aunque lo ven cada vez más «difícil» y están resignados a vivir «una final en cada partido», algunos seguidores aún tienen el valor de cruzar el charco para seguir a su Racing. Es el caso de Eduardo Lanzagorta, que llegó directamente desde México para asistir al duelo ante el Mallorca de Joaquín Caparrós. Más bien, con la intención de «ver ganar» al equipo por primera vez en la segunda vuelta, desde que Cervera se hizo cargo de la nave verdiblanca.
No desde tan lejos, pero con la misma ilusión, por algo «es lo último que se pierde», se concentraron en el estadio Alberto y Fernando Pacheco. Minutos antes de que comenzara el choque, padre e hijo reconocían las «muy pocas esperanzas de salvación» y el momento de contar con la cantera para tratar de sacar la situación adelante. Es lo que Cervera «tiene que hacer». Y así lo hizo, puesto que colocó en el once inicial hasta seis jugadores procedentes del filial. De hecho, dos de ellos, Dani Sotres y Quique Rivero, se estrenaron como titulares con el conjunto santanderino. Los Pacheco afirman que los chavales «son lo principal» y ponen como ejemplos a jóvenes futbolistas como «Mario, Edu Bedia, Jairo o Luque, al que no se le ha visto en toda la temporada».
Para otros como Carlos González, bocata en mano, la razón por la que el técnico ecuatoguineano puso a jugar a tantos canteranos en la noche de ayer es que se está empezando a planificar la plantilla «del año que viene». El gran ambiente vivido en los prolegómenos del último partido en El Sardinero, ante el Granada, contrastó con lo que se vivió ayer al filo de las nueve de la noche. Poca expectación en los alrededores del estadio, escasos aplausos a los jugadores al abandonar el calentamiento, apenas diez niños vestidos de verdiblanco para la foto oficial y, como banda sonora, La Fuente de Cacho brotó con menos agua que en otras noches.
La incansable voluntad de los que, pese a todo, se acercaron se vio mermada apenas 20 segundos después del pitido inicial de Fernández Borbalán. El gol de Nsue fue un auténtico jarro de agua fría sobre las escasas ilusiones de permanencia de los verdiblancos. Y es que los aficionados se están acostumbrando a que el Racing 'tire' el partido cuando aún están buscando aparcamiento.
Algunos pitos y, sobre todo, mucha indiferencia envolvió los primeros trece minutos de encuentro. En ese momento aparecieron en escena los componentes de La Gradona, los cuáles habían permanecido ese tiempo fuera del estadio para rendir su homenaje a Íñigo Cabacas. Hicieron su entrada al grito de «los mercenarios se tienen que marchar» y, tras consumarse la goleada, y asumiendo el mando de los reproches verdiblancos, acabaron pagándolo con los jugadores -«esta camiseta no la merecéis»- antes de lanzar enérgicos «¡muérete!» dedicados a Francisco Pernía, Roberto Bedoya y Jacobo de Montalvo. Tras encajar el tercer gol, La Gradona se desalojó, como la mayor parte de una grada resignada a vivir -al menos- un añito en el infierno de la Segunda División.