QuePortugal se sentará el domingo en el banquillo es una obviedad. QuePernía está enfadado, también. Al presidente no le gusta lo que vecuando mira la tabla ni lo que ocurrió el miércoles en Córdoba. Tampocolo que observó desde el palco del Bernabéu ni el ambiente que se puedegenerar el domingo ante Osasuna. Está mosqueado. Pide actitud,reacciones y puntos y está convencido de que hay equipo para hacerlomejor. «No hay ultimátum para el domingo», responde cuando se lepregunta por el puesto del entrenador, pero no oculta que «se podíanhacer las cosas de otra forma». Mientras, con el equipo de viaje, elracinguismo mostraba ayer su enfado con todas las herramientas a sualcance. Mensajes, foros de Internet, tertulias... Portugal es elcentro de las iras de un sector cada vez más importante de la grada. Laalarma está encendida y el domingo Osasuna puede mitigarla o hacer quesuene demasiado fuerte.
En las oficinas delclub, como en el corazón de la grada, la derrota de Córdoba ha sido undedo en una herida abierta. Los seis goles del Bernabéu hicieron daño.Más que el fondo, la forma. Desde los despachos, nadie ha salido apedir cuentas, pero no gustó el planteamiento, la imagen ni el sonrojode los titulares de prensa un día después. Hubo paciencia porque elescenario merece un pretexto y porque Córdoba estaba cerca en el tiempo.
No hay medidas
Peroel malestar se quedó incrustado en las entrañas y eso exigerectificación. Esa era la idea con un equipo de Segunda como víctimapropiciatoria. Con la derrota, de la herida ha brotado sangre. No hallegado la hora de las medidas desde arriba, pero a nadie se le escapaque surgen dudas, aunque en ningún momento se habla de destituciones.«No se plantea nada. Echar a un entrenador es una cosa muy traumática».Es el mensaje oficial.
En cualquier caso, hayfrases destacadas. «Los partidos hay que ganarlos, no hay quecontrolarlos. Hay que jugar y ganar. Nada más». Francisco Perníasiempre presume de ver los mismos partidos que ven los aficionados enla grada. Nunca ha dicho que sea un experto del balón, pero suele salirdel campo con la visión de la mayoría. Al presidente, por eso, le gustadecir que «las decisiones nunca se pueden tomar en caliente». Es una desus frases preferidas. Una de esas que ha utilizado muchas veces desdeque accedió al cargo en situaciones calcadas a ésta. Por eso, no hablócon Portugal tras la derrota en Córdoba. Nada de bajar al vestuario. Noen profundidad, al menos. Si acaso, un encuentro fugaz durante eldesayuno en el Hesperia Córdoba en forma de saludo e intercambio de unpar de frases.
Por eso, cualquier movimiento depeones en el banquillo en las próximas horas está totalmentedescartado. Nada de ultimátum, ni última oportunidad, ni tirón deorejas. Pero el cabreo no se oculta y a nadie se le escapa que unaderrota o un mal sabor de boca tensaría la cuerda. Una cuerda que tienesiempre un lugar predilecto para romperse.
Lossalones del hotel cordobés fueron ayer una pasarela de caras largas.Los jugadores, lejos de su estadio y de su entorno, son conscientes deque la situación es grave. Los periodistas cántabros enviados a cubrirla información describían así la escena. Corrillos, cabezas agachadasy, en general, consciencia de que la situación pinta complicada.
Laconsigna para el míster está clara: «Hay que cambiar». Pero ademásPernía está convencido de que no es complicado. «Hay que echarle másraza», comentaba en otro recado dirigido, esta vez, a los futbolistas.«Ganar es fácil porque tenemos la mejor plantilla que hemos tenido enlos últimos años». De eso está convencido. Y de que hay que revertir lasituación, también.
Pernía también comparte conlos aficionados el gusto por la Copa del Rey. A él le gustó Hoznayo, elambiente de Getafe, el día del Athletic, la foto en La Fuente deCacho... Por eso, lo de la mezquita le ha dejado tocado. «El Córdoba noes una broma. Claro que estoy preocupado. No es para decir que es unpartido más. Es un equipo de Segunda», comentaba ayer mismo. Un equipode Segunda con sólo tres titulares en su once inicial del miércoles.
Algo más que veinte minutos
Vioel partido y le gustó un Racing muy concreto. El de los últimos veinteminutos apretó, metió al rival en su área y provocó que hasta losrecogepelotas andaluces le escondieran el balón a los futbolistascántabros para salir del paso. «En los últimos veinte minutos lesquisimos ganar, pero los partidos no se ganan en sólo veinte minutos.Hay que salir así en los primeros veinte», comentaba Pernía recordandoel choque.
«Nosotros queremos la Copa. Noqueremos bromas». Eso lo decía ayer alto y claro con el aficionado comodestinatario. Por eso, se molestó con la falta de reacción. «Te metenel primer gol y no pasa nada, y sí que pasa...».
Elpresidente regresó ayer de Córdoba en su vehículo particular. Muchashoras de carretera para pensar sobre la situación del equipo. A Perníale gustan las distancias largas y tomarse su tiempo. Portugal lo sabemejor que nadie porque fue, precisamente, el tiempo el que salvó supuesto en su anterior etapa.