Suelo salir algunas mañanas a correr. Lo hago a una hora un tanto atípica, tanto que hay quien dice que me debe faltar algún tornillo. Es a esa hora, al filo de las seis y media, cuando les veo. Visten buzo, ornado con rayas horizontales fluorescentes. Trabajan en la soledad de esos amaneceres santanderinos y su fiel compañera es una escoba; sí, una escoba para barrer, para eliminar de las calles de nuestro Santander la incultura diaria con la que plagamos cada centímetro del suelo.

Y les saludo. Siempre hay un hola o un buenos días al que ellos contestan con lo propio. Y yo sigo mi camino y ellos el suyo, su quehacer diario clave para una ciudad. Un trabajo al que algunos torpes, necios y tiesos no darán valor alguno. Porque tristemente todos conocemos a personajes a los que los buzos, sean del color que sean, les dan un cierto repelús; supuestos conciudadanos que siguen midiendo a los de enfrente en función de su vestido, del oropel, de su trabajo ellos entienden que poco cualificado...

Y mira por donde uno de esos barrenderos pasará a la historia de Santander y hasta tendrá un parque que llevará su nombre escrito sobre una placa. Será en Cazoña, cerca del asilo y costará 220.000 euros. Una cantidad que no saldrá de las arcas municipales sino que fue aportada en vida por ese vecino, allá por la primavera de 2004... Fue un día con sorpresa para el alcalde. Recibió en su despacho la visita de Antonio Gallego, un jubilado de 82 años cuyo único oficio durante toda su vida fue ser barrendero de Santander. Y Antonio quería hablar con el alcalde sólo para una cosa: para comunicarle que a su muerte había decidido legar todos sus bienes al ayuntamiento con destino a «embellecer la ciudad». Y Antonio puso cifra también a sus posesiones: tenía un piso y había ahorrado, duro a duro durante una vida, más de 286.000 euros, cerca de 48 millones de las antiguas pesetas.... No sé la cara que puso aquel día Gonzalo Piñeiro ante tan insólita donación hecha por un barrendero, pero seguro oyente que podemos imaginarla....

Y ahora el sueño de Antonio -fallecido en enero de 2005-, un hombre que vestía buzo y rayas fluorescentes, se va a cumplir. Su donación servirá para crear un parque y para mucho más... Porque la lección de Antonio es de las que dejan huella. No tenía familia y sus parientes más cercanos eran sus calles, los vecinos de Santander, los locos que corremos por las mañanas y que intercambiamos saludos con cada barrendero que limpia lo que nosotros ensuciamos.... Y él un simple-gran barrendero soñó con ayudar a su ciudad. Y él, un poco tacaño, que todo hay que decirlo, amasó en vida su pequeña fortuna. No gastaba nada, casi no consumía nada, no tenía grandes apetencias y ahorró y ahorró.

Sí, tenía un sueño: dar todo lo que tenía para algo útil... Él, el del buzo, alguien que sólo necesitaba vivir, ir viviendo. Él, el del buzo, Antonio el barrendero, que en vida soñó con un bonito parque que otro compañero, también barrendero, tendrá que cuidar y limpiar cada mañana. Un barrendero, Antonio, que también es desde ahora un personaje ilustre de Santander. Que me da igual médico que barrendero, economista que barrendero, político que barrendero... Porque los sueños sólo requieren una condición: ser capaz de imaginarlos. Gracias Antonio y lástima que te hayas ido, porque de lo contrario te pediría prestada la escoba para... Pero no, que ese es otro comentario. Y hoy sólo quiero hablar de un sueño, de un precioso sueño. Escoba en mano, con sueño. Hasta el lunes.


Estos 48 millones que donó,fruto de sus ahorros de toda una vida y que merecen el de todos los santanderinos,suponen la cuarta parte (50 kilos) de lo que cobran algunos futbolistas de nuestro equipo en un año (200 kilos),es decir,por entrenar por ejemplo de Enero a Marzo.
Qué mal repartido está el mundo.