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el atraso de cantabria
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JcC_CaN
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JcC_CaN
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Desde: 17/Dic/2003
#1•23/Ene/2005, 12:27

ayer venia un articulo de opinion muy bueno destacando el atraso de esta comnidad en este aspecto mas deun politico espero ke lo haya leido y ke tome nota.

La literatura internacional sobre la relación entre factor empresarial y desarrollo económico predice que aquel deja de ser escaso si se libera la propensión al crecimiento que tiene toda economía moderna. Según Hirschman, en cualquier sociedad existe un «ejército de reserva de empresarios» en espera «de la ocasión propicia para manifestarse». Y otro clásico del asunto, Leibenstein, afirma que «pequeños cambios en el estado motivacional o en la reducción de los impedimentos al mercado deberían convertir la escasez de factor empresarial en una oferta abundante».

La historia económica de Cantabria en los últimos 250 años es un buen exponente de estas tesis. A fines del XVIII la economía montañesa empezó a transformarse desde su base abrumadoramente rural, gracias a los capitales e iniciativas empresariales llegados del País Vasco, Asturias y Castilla y León, con el concurso también de elementos locales, que aprovecharon las oportunidades de negocio derivadas de los numerosos incentivos públicos regionales subsiguientes a la apertura del camino real de Santander-Reinosa en 1753 (una vía que formaba parte de un auténtico plan de desarrollo regional). Las actividades directamente productivas inducidas por esta inversión se concretaron en el auge de los transportes interiores y del comercio exterior, la revitalización de astilleros y ferrerías y la aparición de manufacturas asociadas a la liberalización del comercio colonial (fábricas de harinas, curtidos, cervezas, vidrio e hilados y tejidos de algodón).

En esta primera etapa de impulso regional, el factor empresarial floreció vinculado a la clase comercial y a la hidalguía rural, de la que en parte se nutrió la primera y en la que había destacados emigrantes retornados que habían aprendido a hacer grandes negocios en Nueva España, abasteciendo, a través del puerto de Veracruz, a ciudad de México y a los núcleos mineros. Descendientes de la vieja nobleza regional dedicados al comercio, diversificaron entonces sus inversiones hacia la industria, la construcción residencial y la obra pública, testimonio de lo cual fue el primer ensanche urbano de Santander.

El período que transcurre entre la I guerra carlista y mediados de la década de 1860 supuso la vuelta corregida y aumentada al crecimiento económico liderado por las exportaciones. Ello permitió un intenso flujo de capitales acumulados en la harinería y en el comercio colonial con Cuba para la creación de nuevas harineras y la inversión en denuncias mineras, tierras, infraestructuras urbanas y de transporte (singularmente el Ferrocarril de Isabel II, cuyo trazado es el que todavía nos conecta con Madrid), nuevos sectores industriales (textil y siderúrgico y nuevas industrias agroalimentarias) y en la modernización del sistema financiero regional, del que fue un claro exponente de éxito a largo plazo el Banco de Santander (1856), nacido para dar financiación al comercio exterior. El protagonismo de este segundo gran impulso regional volvió a ser de los comerciantes y los indianos, que hicieron de Santander no solo el puerto sino también el banco de Castilla y una de las primeras regiones en dinamismo industrial.

Sobre estas bases, Cantabria se benefició notablemente de la repatriación de fondos que precedió y siguió al 98.

A las iniciativas sociales más conocidas (las de los marqueses de Comillas y Valdecilla) siguieron otras muchas, de manera que en el tránsito entre las dos centurias la región se situó junto a las tres más dinámicas (Madrid, País Vasco y Cataluña) en creación de sociedades y en capital fundacional por habitante. En 1898 se fundaron la Caja de Ahorros de Santander y el Banco Mercantil, a los que sucedió el Banco de Crédito Industrial y Mercantil (1900) y la expansión del Banco de Santander, que, además de absorber a estos últimos, tendría un papel clave en la creación de Nueva Montaña, empresa con la que nuestra región entró en la segunda revolución industrial.

Por su parte, si las elevadas inversiones públicas en infraestructuras (con un gasto por habitante que nos situaba en la cuarta posición en el ranking regional en 1914) tuvieron un efecto multiplicador de actividades directamente productivas, la promoción estatal directa (La Naval) y el capital extranjero (Nestlé, Solvay, Standard) crearon otra vez el caldo de cultivo para el florecimiento del factor empresarial.

Este acudió desde el mundo del comercio y las finanzas regionales contribuyendo a modernizar la ganadería (con la importación y aclimatación de vacas frisonas de leche) y a la expansión de la industria (Emilio Botín participó en la minería regional y en empresas como Cementos Portland, Industrias Lácteas o Cervezas de Santander), los transportes (entre 1892 y 1905 se completó el enlace ferroviario con Asturias y Vizcaya, que, junto con otros ramales, significó 250 kms. de vía estrecha) y el turismo (Hotel Real). Todo ello catapultó a la provincia de Santander a los primeros puestos del ranking regional de bienestar.

Pasada la Guerra Civil y el primer franquismo (época de buenos negocios y malas empresas), Cantabria sufrió un largo proceso de venida a menos verdaderamente clamoroso: de ocupar el quinto puesto en PIB por habitante en 1955 cayó al décimo en 1985, y del que no ha salido hasta la actualidad como comunidad autónoma. Tras la resistencia a reconocer que éramos una región relativamente pobre (Objetivo 1), algunos firmarían ahora por instalarse en esa acomodaticia posición subvencionada. Otros, sin renunciar a los fondos comunitarios (que serán cada vez menos cuantiosos hasta su cese definitivo), preferimos pensar que la región necesita un nuevo impulso.

Y otra vez el factor empresarial es el elemento clave que aparecerá si se reducen «los impedimentos al mercado». Keynes acuñó el término animal spirits para designar la propensión de los los empresarios a arriesgarse en contextos de incertidumbre, «un impulso espontáneo a la acción frente a la inacción», que se traduce en inversión, crecimiento y empleo.

El cierre del déficit histórico de nuestras comunicaciones y otras importantes infraestructuras (abastecimiento de agua y energía), por un lado, y el Plan de Gobernanza, por otro, son los dos puntales que pueden cambiar radicalmente las expectativas y desatar nuevamente los animal spirits empresariales. Una parte del «ejército de reserva de empresarios» está fuera de la región, pero tiene una conexión, además de sentimental, basada en una larga tradición histórica de inversiones en su tierra de origen. Son los empresarios (descendientes de) cántabros en Hispanoamérica, con colectivos muy potentes en la economía emergente de México y que ya han invertido en sectores como la construcción. Y la otra parte son los empresarios regionales de este sector, que es el que ha tirado de la economía regional en los últimos años y que para este ejercicio volverá a protagonizar el mayor crecimiento de la actividad en la región, además de registrar la tasa de variación del VAB más elevada de España.

Si como hicieron los comerciantes a lo largo de los tres grandes impulsos históricos que he repasado, los constructores, pro domo sua, diversifican inversiones hacia los sectores que generen mayor valor añadido y productividad (como la industria y los servicios a las empresas) y hacia aquellos bienes y servicios públicos en los que es necesaria la colaboración entre la Administración regional y el sector privado, es razonable esperar que se produzca la aceleración de la tasa de crecimiento que necesitamos para volver al club de las regiones ricas, y, sobre todo, para acortar la brecha -responsable de la sangría silenciosa de capital humano que amenaza nuestro futuro- en tasas de actividad y ocupación con la media de España.

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